martes, 9 de octubre de 2007

Desconocimiento.


Esa parte que tú conoces

y que yo me jacto de ser,

es gris o inexistente

para los mirones,

los fisgones,

los que no saben y dicen saber.


El dorso de mi mano se posa

-por enésima vez-

por el borde de mi boca.

La sangre coagulada,

vieja, seca y repetida

se deja ver luego del nuevo golpe.


Póngase usted delante del espejo.

Usted que dice,

usted que no me importa,

quítese la careta, la burla del cigarrillo,

y la supuesta sabiduría que usted dijo tener.


¿Es que no sabe que uno

-y cualquiera-

se raspa las rodillas?

Y por asuntos karmáticos,

hay falta de curitas, del yodo a tiempo.


Entonces discúlpeme cuando digo

que los huecos del camino hacen cometer pendejadas,

hacen buscar oxígeno debajo del agua,

clavarte alfileres debajo de las uñas,

y escoger la cruz perfecta para la culpa.


Hábleme de decisiones y,

de verdad –con un poco de orgullo-

me callaría la explicación buscada,

inventada,

mal empleada,

para que sea feliz y yo,

un poco más desgraciada.

Pero no intente explicarme mi cabeza,

mis confusiones,

mi sentido nada común,

porque yo no me meto en su clóset,

ni en su boca vulgar,

ni en la falta de corazón

que a veces nos aplica.


Si patearme te hace feliz, patéate tus imprudencias.

Mi existencia no se basa en la tuya y no espero complacencias.

Escrito el 03/10/07

2 comentarios:

Vanyz dijo...

Mmm...que enojo!

A veces pedir explicaciones no resulta, podemos llegar a oir cosas no tan gratas.

Beso.

|andi.na| dijo...

Si... o escuchar cosas que no quisimos escuchar.
Gracias por pasearte. :D