domingo, 4 de noviembre de 2007

Tic-tac. Sin ti.



El silencio me recuerda,
por quinta vez en el día,
que mi culpa no tiene dónde sostenerse.

Me recuerda que tu voz la negué por un instante.
Que te hice pedacitos, aun queriendo levantarte.

La ventana y el color que se refleja en mi pared,
me hacen pensar por décima vez en ti y en mi estupidez.

Me dibuja momentos.
Tu cama.
Mi boca.
Tu lengua.
Mi niñez.
Y la mujer que haces que sea
justo debajo de tus piernas.

En medio de mi letargo,
mi deprimente estado,
se me hace urgente tu respiro,
el tic-tac de mi reloj roto,
tu desordenado descuido
y el calor infernal-sensual de tu cuarto.
Tu pecho de niño grande
y tu cabello despeinado.

Se me hace ahora tonto el amor y las ganas que pienso callada,
las cursilerias que siempre he querido cometer.
Porque
como dices, de nada sirve quererte en mi cabeza,
si cuando tengo el chance me siento una niña tonta
y todo me da pena.

Hoy, ahora mismo,
con mi pierna moviéndose,
indicando que pienso,
respiro profundo y triste,
por extrañar y aceptar a punta de lágrimas,
que esta vez los globos los rompí yo...
y la culpa es sólo mía.

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