viernes, 19 de noviembre de 2010

º˚º˚


Se fueron todos. Huyeron como siempre lo hacen. Pero esta vez, ocurrió de golpe. Al mismo tiempo cada uno y sin quedarse nadie atrás. Como si buscaran salvarse de algo terrible. De algo que les congelaba la sangre. De algo parecido a mí.

Sólo pude observarlos –en silencio, para no molestar- y entendía a cada segundo que mi tiempo se había perdido. Que criarlos nunca fue suficiente. Bah…qué más da.

Creo, que no le temo al aislamiento repentino a pesar de mi obvia dependencia. Podría quedarme acá, observando cómo flota todo, a sólo dos peceras de distancia, y no me movería. No me importaría.

|Es tan hermoso saber que este espacio vacío no merece de cobardes que jamás quisieron morir por mí|

2 comentarios:

Maily Sequera dijo...

Creo, que no le temo al aislamiento repentino a pesar de mi obvia dependencia.
Ahí está el poema, ¡que sutileza!

Te dibujo un pez, por si los otros se van >>{,,U}

Miguel Antonio Guevara dijo...

Siempre miro la pecera de lejos, con ganas de golpearla con mis nudillos y ver como se retiran...

Pero a la final me da cosa.